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"Cómo Dios restaura"
Por Horacio Latté
Cuando Dios restaura a alguien, sea una familia, un matrimonio, una persona, lo que Él restaura siempre se mejora, crece, se multiplica y, sobre todo, supera el estado de “arreglado”.
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Cuando Dios restaura mejora el estado anterior.
En el Nuevo Testamento restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las redes rotas.
Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de utilidad para la pesca. Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo.
Solemos decir: “úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia.” Y el Señor dice,: “pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red, y después volverás a ser útil en mi servicio.
Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva.
Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros... ni es a fuerza de obra humana sino por gracia; la gracia de Dios.
Dice en Filipenses 1:6, que: “El que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo”. Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él.
La palabra dice que la perfeccionará, o sea que va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la palabra nos enseña que
vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su tiempo.
Cuando nos convertimos a Jesucristo, vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos que al Señor no le agradaban; renunciamos a confiar en las prácticas de curar el empacho, tirar el cuerito, y a todas esas cosas que el Señor abomina.
Pero, qué sucede con las conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos desatinos.
Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá alguna causa que me provoque actuar así?
Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente, poder tener una vida nueva con mi familia,… pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo?
El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: ¿Quién esta conciente de sus propios errores? Perdóname aquellos de los que no estoy conciente.
Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu Santo de esta manera: “Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores. Yo no lo sé, el Espíritu de Dios lo sabe. Líbrame de lo que yo no conozco. Ilumina, Espíritu Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada”.
El Espíritu Santo va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y guardadas las cosas feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas.
En una oportunidad hablé del sótano de la casa de mi infancia,… al cual yo nunca quería bajar porque era oscuro,.. húmedo,. lleno de telarañas, y siempre pensaba que ahí me iba a encontrar algún fantasma,…. algún monstruo.
Así es nuestro “sótano” interior, al que hay que bajar con la luz del Espíritu Santo, para ver qué hay en la parte más oscura, en la más oculta; ver qué es lo que nos hace actuar como nosotros no queremos.
Debemos encontrar esas cosas misteriosas a las cuales tememos, y no obstante están en nuestro corazón. Debemos llegar de la mano del Espíritu Santo, porque es mejor hacer este recorrido con EL que ir solos.
Podemos ver cristianos que no están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero se sienten mal.
Pasan mucho tiempo en estado de angustia o tienen temores,.. ansiedad, problemas de relación en su familia: con los hijos o con los esposos; problemas de relación en los trabajos, problemas de relación en la Iglesia y entonces, ¿qué pasa?, ¿son cristianos, son obedientes, pero qué sucede? Sucede que hay sufrimientos y heridas que no los toca la conversión.
Con el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas profundas, sentimientos que necesitan una curación especial por parte del Espíritu.
Algunos dicen: “Bueno, si usted sigue así, y todavía está triste y no anda bien su vida, será porque no ora lo suficiente, ore más, tiene que hacer más oraciones”.
En fin, alabado sea el Señor si podemos orar más, pero con orar más, tampoco alcanza.
Otros dicen: “Lo que pasa es que usted no tiene fe, por eso las cosas no le van bien, tiene una fe muy débil”.
O peor aún, se les crean demonios por todos lados: demonio de tristeza, demonio de angustia, demonio de depresión, y esto provoca mayor desilusión, porque no pueden entender los errores ocultos, se sienten aún más afligidos, terminan creyendo que realmente no están orando bien o que están poseídos.
Hay una enorme cantidad de personas que aman al Señor, que conocen las Escrituras y, no obstante, no pueden evitar aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,… tener ataques de ira o ser muy críticos de los demás.
Pablo en Romano 7:15 expresa claramente esta situación cuando dice: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”.
“Yo no quería tratar a mis hijos de la misma manera que lo hicieron conmigo... Es algo que aborrezco, pero lo hago”.
“Yo no quiero para mi matrimonio la misma relación que tuvieron mis padres, pero no entiendo por qué razón voy en camino a hacer exactamente lo mismo”. Estas son algunas expresiones de este fenómeno que parece incontrolable e inexplicable.
Romanos resume esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué siguen viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden tratar mejor a las personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente.
Pero hay Buenas Nuevas. El Espíritu Santo es capaz de develar esta situación, si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones sin oponer resistencia.
Tiene que llegar a su interior, tiene que tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones.
Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan, se inflaman, provocan más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se dispersan y contagian a otros.
Una restauración se produce luego de una -a veces dolorosa- remoción.
Hay que estar dispuesto y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida.
Tantas veces una muela –cuya raíz está infectada- tiene como solución la vía “incomoda” de ser extirpada para que no vuelva a molestar ni a contaminar al resto.
Es cierto que, por temor al “tirón” o al hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos que son soluciones momentáneas.
En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de religiosidad o sobre esfuerzos o “buenas obras” que puedan compensar lo que “hacemos y no entendemos”.
Las heridas del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos avergüenza.
Delante de Dios podemos poner todo tal cual está, pero lo que no hay que hacer es tratar de tapar, decir: “Bueno, yo siento esto pero no, mejor dejémoslo. No hablemos del asunto. Prefiero no hablar. Esto es horrible. Mejor no acordarse”.
Cuando una persona puede recordar en paz, cualquier cosa que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar, porque está en paz.
Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene que dejar espacios en blanco que son innombrables, que son “irrecordables”, es porque ahí algo pasó.
Y hay que llegar con el Espíritu Santo para que nuestra vida, nuestra historia sea tal, que podamos asumirla; podamos saber que hemos sido de determinada manera, que hemos conocido al Señor, que hemos tenido una familia en la que nacimos, que nos ha pasado tal o cual cosa.
Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos permite tener paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de Cristo.
Si vamos al médico porque tenemos una infección en el oído o en la garganta, es muy probable que el médico nos dé un antibiótico y diga: “Usted debe cumplir con el tratamiento. No se trata de que tome una pastilla y ya está curado. Puede llevar siete o diez días de antibióticos, no los interrumpa, para que pueda ser sanado”.
Esta clase de curación es la del Espíritu Santo.
Nos dice: “Llegaste a mí, con esta herida, empecé a tratarla, deja que siga tratando, no huyas, no la tapes, con el solo hecho de que yo haya empezado a tratar esta parte de tu vida o este recuerdo, no quiere decir que ya estés sanado. Vas a iniciar un proceso en el cual yo te voy a ir sanando.”
Pero por lo general, todos actuamos ansiosamente y queremos ¡ya!, ¡rápido!, ¡ahora!, una solución inmediata, un píldora y, sin más trámite, estar bien. Una oración y me sanaron de las heridas de toda mi vida.
Y el Espíritu Santo dice que él nos perfeccionará. La Sanidad Interior va a actuar gradualmente, la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso.
Hay que esperar. A veces no es fácil, pero hay que esperar. Dejar que el Señor haga su obra.
Muchas personas no dejan que Dios sea Dios.
Le voy a compartir algo que pasa muy frecuentemente por si a usted también le ocurre. Es muy común que los padres tengan luchas con los hijos; en la consejería pastoral le sugerimos a los padres que entreguen ese hijo al Espíritu Santo, que lo pongan en las manos del Señor y oren por él cada día:
“Señor, te dejo obrar en esto que yo no puedo. No puedo manejar lo que está haciendo mi hijo. Señor te lo doy. No quiero estar ansioso sobre él todo el día preguntándole qué hizo, con quién estuvo, dónde estuvo, qué pasó, por eso, te lo entrego a ti.”
Es cierto que hay hijos que están comprometidos con cosas peligrosas, pero los padres deben día a día librar la batalla espiritual en oración y dejar que el Señor los cuide.
Sin embargo, esto no parece ser un trámite sencillo. A veces, los papás y las mamás no terminan de confiarle sus hijos al Señor y quieren estar controlándolo todo.
Hace un tiempo atrás hablaba con la madre de una joven que había estado con una depresión muy grave. Por mucho tiempo recibió tratamiento, y por supuesto, fue sanada; el cuadro grave de la depresión había pasado, pero cada vez que esta joven suspira o se entristece por algo, su mamá se pone tan ansiosa y tiene tanto miedo de que vuelva a enfermar, que quiere controlar cada gesto de su hija.
Esta actitud de la madre es totalmente contraproducente para la joven, la hace sentir insegura y termina deprimiéndose.
En confianza, pude preguntarle a esta mamá, que era una fiel cristiana, cuándo le iba a entregar su hija al Espíritu Santo y cuándo iba a dejar de controlarla para que la controlara Él.
Y ella me respondió: “Tantas veces se la di”. Si tantas veces tuvo que dar a su hija al control del Espíritu Santo, quiere decir que muy convencida no lo hizo ninguna.
La cuestión aquí es si controla Él o controla usted. Él tiene el control o lo tiene usted.
Lo deja obrar a Él o usted se mete en el medio con su ansiedad, intentando hacer algo que no ha podido lograr en bastante tiempo.
Si le pidió a Dios por su hijo y se lo entregó a Él, déjelo que Él actúe. A veces nos ponemos tan ansiosos que no dejamos que el Espíritu Santo cumpla su obra. A veces nos ponemos en el medio y entorpecemos las cosas, porque estamos siempre apurados, queremos ver ese resultado ya, y esto habla de una confianza floja en el Señor.
Jairo llamó a Jesús, recurrió a Él, y dejó que Él obrara. Jairo era un padre que tenía confianza, que tenía fe en el Señor, y no se metió en el medio a decirle a Jesús nada sobre lo que pasaba.
En cambio, dejó obrar a Jesús, y su hija fue restaurada. Esta es la actitud que nos pide el Espíritu Santo. Una vez que Dios inicia la obra en su vida o en la de un ser querido, debe dejarlo obrar a Él.
Hasta aquí cargó con esto, y no pudo solucionarlo. Ahora déjelo obrar a Dios. Deje que Él sea Dios. | Ver tambén "Mira al cielo y no al polvo" por H. Latté
20 de enero de 2009
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Por Kathryn Kuhlman
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
Miles de personas estaban sentadas en la ladera de ese monte, y Jesús les hablaba en un lenguaje que podían comprender, usando palabras como "hambre" y "sed". Dijo: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados". El hambre y la sed de las que hablaba no eran físicas, sino espirituales. No se refería a un deseo que pudiera ser fácilmente satisfecho con lo que el hombre puede proveer. Hablaba, en cambio, de un anhelo de alcanzar la santidad y la justicia que está totalmente de acuerdo con la preciosa voluntad de Dios.
Algunas veces, nuestros apetitos humanos son satisfechos demasiado fácilmente. Como sabrá, los cerdos se contentan con cáscaras, pero no así el alma del ser humano inmortal. Es el deseo de santidad el que es bendecido por Dios.
Es el deseo de las cosas más profundas de Dios lo que Él bendice y recompensa.
Es el deseo de conocerlo y el deseo de justicia, el deseo de conocer la Palabra de Dios, lo que el Señor satisface.
Observe algo: nuestra hambre y nuestra sed provienen de nuestras almas hambrientas y sedientas, pero la perfección y la satisfacción de esos anhelos siguen siendo dadas por Dios. Él es el Dador. Recibimos la santidad; no la creamos. Cuando el hambre y la sed de cosas espirituales está presente, Él es el que ha prometido dar satisfacción para que esa hambre pueda ser aplacada. He aprendido que es posible que el hambre espiritual puede ser mucho mayor que el hambre experimentada por el cuerpo físico.
Jesús dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Cuando Dios se convierta en el centro mismo de nuestro amor, de nuestros sentimientos y nuestros pensamientos, descubriremos a Dios, seremos poseídos por Él y lo poseeremos al mismo tiempo.
A lo largo de los años he observado que una persona nunca encuentra a Dios si Él no es su más profundo deseo. Recibimos exactamente lo que estamos buscando. Vemos lo que queremos ver. Encontramos en la vida lo que realmente queremos encontrar. Jesús conocía la naturaleza humana, por lo que podía decir: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados". "Sed" es una palabra muy fuerte y, cuando el alma humana tiene sed de Dios, esa persona será llena de Dios. No solo encontrará a Dios para sí, sino que llevará el reino de Dios a la Tierra.
Esto es muy real para mí, porque no puedo recordar un momento de mi vida en que cada átomo de mi ser no clamara por Dios.
Hablamos de hambre física, y admito que he tenido hambre de comida; pero les diré la verdad: jamás he conocido un hambre física tan grande como mi hambre de las cosas espirituales. Mi hambre de salvación era portentosa, y encontré satisfacción en Jesús en aquella pequeña Iglesia Metodista de Concordia, Misuri. Pero no terminó allí mi hambre. Aunque esa hambre era muy grande, hubo un hambre aún mayor que me atrapó, un hambre tan grande que yo miraba a los cielos por las noches y decía: "Sé que te pertenezco, Señor Jesús, pero tengo hambre de una experiencia aún más grande y más profunda. Solo he probado y he entrevisto apenas lo que tú tienes preparado para mí. Por favor, maravilloso Jesús, dame más. Llena cada parte de mí, hasta que este cuerpo mío se haya convertido en un vaso rendido ante ti hasta rebosar del Espíritu Santo".
Yo no buscaba una experiencia o una evidencia; buscaba más de Jesús. Buscaba al Dador. Había tenido una vislumbre de su amor, su poder, su potencia, y quería más de Aquel que había entrevisto. Había probado un poco, pero quería más de lo que había probado. Jesús prometió: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed", y el Espíritu Santo vino a mí y calmó esa hambre, ese anhelo, esa sed.
No creo que haya un límite para lo que Jesús puede dar, y cuando usted tenga hambre y sed de su presencia y se entregue a Él y a su voluntad, sus anhelos serán satisfechos y experimentará, como yo, la gloria de la llenura de Dios, la conmoción profunda de su poder y la cercanía de su presencia, que mora en usted.
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“Palabras, herramienta de milagros y desgracias"
Por Robert J. Tamasy
Las palabras pueden ser maravillosas herramientas o pueden tener un efecto negativo.
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¿Puedes pensar en alguna vez cuando alguien te hizo tu día - o te lo arruinó - por algo que él o ella te dijo (o algo que no te dijo)? Por ejemplo, un amigo mío me contó de un jefe que tuvo quien rápidamente señalaba sus errores, pero se negaba a reconocer sus aciertos. Como resultado, me dijo mi amigo, se sintió muy desanimado. Sintió que nunca podría complacer a su supervisor, sin importar lo duro que trabajara, y la energía y ánimo necesario para mantener un alto nivel de entusiasmo por su trabajo nunca llegó.
Ya sea intencional o no, lo que decimos - al igual que lo que escogemos no decir - comunica el cómo valoramos a otros. Se dice que sólo el 7% de toda la comunicación es verbal; es decir, las palabras que son expresadas audiblemente. El remanente 93% es comunicación no verbal, la cual incluye el tono de voz, el lenguaje corporal, y el contacto visual. Ésta puede también involucrar las palabras - y las ideas y sentimientos que representan, y que no se expresan. Lo cual explica el por qué mi amigo se sentía no apreciado, incluso aunque su jefe nunca pronunció palabras para tal efecto.
Las palabras pueden ser maravillosas herramientas, herramientas que pueden inspirar, levantar, motivar y desafiar. O pueden tener el efecto contrario - desilusionar, descorazonar y degradar. Considera algunos de los principios acerca del uso apropiado de la palabra hablada que encontramos en el antiguo, pero eterno libro de Proverbios:
Las palabras correctamente seleccionadas pueden llevar gran valor y peso. Es asombroso el estar con alguien quien encuentra las palabras correctas para una cierta situación - o que tú mismo puedas hacerlo. Las palabras escogidas cuidadosamente pueden cambiar dramáticamente el humor o la perspectiva. "Plata escogida es la lengua del justo; Mas el corazón de los impíos es como nada. Los labios el justo apacientan a muchos, Mas los necios mueren por falta de entendimiento." (Proverbios 10:20-21)
Algunas veces el silencio es el mejor "discurso". Mientras que las palabras de ánimo son siempre bienvenidas, algunas veces es mejor no decir nada que expresar pensamientos en detrimento o destructivos. Como un famoso estadista dijo, "Mejor guardar silencio y aparentar ser un tonto, que hablar y remover cualquier duda". "El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; Mas el hombre prudente calla." (Proverbios 11:12)
Las palabras usadas selectivamente pueden conllevar una gran inversión. Muchos de nosotros trabajamos diligentemente en listas de "cosas por hacer", y nos sentimos recompensados después de un día de grandes logros. Sin embargo, en el gran esquema de las cosas, quizá lo mejor que podemos hacer en un día determinado es el proveer, para aquellos con quienes trabajamos y vivimos, frases de elogio, ánimo y afecto y aprecio sinceros. "El hombre será saciado de bien del fruto de su boca; Y le será pagado según la obra de sus manos." (Proverbios 12:14). "Los labios justos son el contentamiento de los reyes, Y éstos aman al que habla lo recto." (Proverbios 16:13)
No traiciones la confianza con palabras descuidadas. Puede ser fascinante - incluso da un sentimiento de poder - el saber algo que otros no saben, algún secreto intrigante que les gustaría oír. Por supuesto, nosotros podemos ejercitar este "poder" cuando les proveemos de esta "información secreta" que poseemos. Pero una vez que la confianza es traicionada, es difícil - a menudo imposible - reconquistarla. Este alto costo difícilmente justifica la ganancia inmediata. "El que anda en chismes descubre el secreto; Mas el de espíritu fiel lo guarda todo." (Proverbios 11:13). "El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos." (Proverbios 16:28).
(Robert J. Tamasy es vicepresidente de comunicaciones de la Leaders Legacy, corporación beneficiente con base en Atlanta, Geórgia, USA. Veterano con mas de 30 años de trabajo en periodismo profesional, es coautor y editor de seis libros. Traducción de Alicia Gonzales Lemos)
08 de enero de 2009
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“7 tipos de bendiciones"
Por Cash Luna
Las bendiciones de Dios son tuyas. Cada una se obtiene de diferente forma pero están a tu alcance para que las obtengas con fe y trabajo.
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Siete tipos de bendiciones
En Deuteronomio 32:9-14 leemos: Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño. Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, y comió los frutos del campo, e hizo que chupase miel de la peña, y aceite del duro pedernal; mantequilla de vacas y leche de ovejas, con grosura de corderos, y carneros de Basán; también machos cabríos, con lo mejor del trigo; y de la sangre de la uva bebiste vino.
Este pasaje es tan rico que sólo con leerlo sería suficiente, pero lo importante es que lo comprendas para que dé frutos de bendición en tu vida. Dale gracias al Padre por este glorioso tiempo de bendición. Regocíjate en el nombre de Jesús que te redimió para que pudieras alcanzar su favor.
En Efesios 1:3 dice: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.
Si hubiera un solo tipo de bendición La Palabra lo diría, pero dice “toda” bendición, lo que significa que hay diferentes tipos y métodos para obtenerlas. Todos queremos bendiciones, persíguelas hasta que las alcances. En este pasaje de Deuteronomio se describen siete diferentes.
Primera: bendiciones por gracia
Las primeras son bendiciones del campo que crecen solas, frutos de la gracia de Dios, que las planta y prepara para ti. Solamente debes tomarlas.
Dice la Biblia en Deuteronomio 6:10: cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste.
Esto significa que el Señor nos dará viñas y olivares que nosotros no hemos plantado. Cuando llegas al Reino de los cielos y aceptas a Jesús como tu único y suficiente salvador, cuando cruzas la línea de la sangre y pasas de las tinieblas a la luz, llegas al otro lado y encuentras viñas y olivares que el Señor te da. Todo lo que Él ofrece por gracia demanda fe. Encuentra y toma lo que tu Padre te da gratuitamente, porque no tendrás que hacer nada más que creer y agradecer. Hay bendiciones que no mereces pero que Dios ha preparado para ti, es importante que lo entiendas. En la parábola de la gran cena, el Señor envía al siervo a decir que todo está preparado, la comida, la mesa, los sirvientes están listos para recibir a los invitados. El Señor ha preparado un banquete para ti, créelo y aprovéchalo.
Segunda: bendiciones por lucha
Debes pelear esas bendiciones que son dulces como miel. Las abejas escondían sus panales en las hendiduras de las peñas, era necesario apartarlas, buscar el panal y extraer la miel. Lo mismo sucede ahora, para obtener estas bendiciones debes batallar. Ve al encuentro del diablo y arrebatarle lo que es tuyo. La Palabra dice que el Reino de los cielos sufre violencia y sólo los violentos lo arrebatan. El libro de Jueces 14:8 dice que Sansón mató a un león. El demonio es un león rugiente que busca devorarte y debes vencerlo. Quien no quiere batallar no obtendrá este tipo de bendiciones reservadas para los valientes y decididos. Si eres tibio ante los retos del mundo y evitas el conflicto al que debes enfrentarte por la santidad, no obtendrás estas bendiciones para tu casa. Recuerda que el apellido de tu Padre es “de los ejércitos”, Él es un Varón de guerra y tú eres digno heredero de la gloria de Dios, demuéstralo y no huyas ante la batalla. Eres parte del pueblo escogido que debe levantarse a poseer naciones para Su gloria. Encuentra al enemigo, ve contra él y desafíalo.
Tercera: bendiciones por crecimiento
El pedernal es una montaña rocosa donde crece el olivo. Para obtener el fruto y extraer el aceite, había que escalar y llegar hasta la cima. Este tipo de bendición se alcanza cuando creces espiritualmente, te levantas y te acercas al Señor. Busca ser transformado por La Palabra y El Espíritu.
Hebreos 5:14 nos comparte: Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Pablo le dio este principio al pueblo. Dios no puede darle comida sólida al bebé que sólo tolera la leche. Debes crecer, aprender La Palabra, buscar a tu Padre y madurar para alcanzar estas bendiciones. Hay gente que se queda en la periferia de la iglesia, son como Pedro que en la orilla lavaba las redes vacías, pero cuando bogó mar a dentro obtuvo pesca; hay bendiciones que no encontrarás en la orilla del cristianismo, tendrás que bogar mar adentro para encontrarlas; mientras más profundo vayas en Dios, mayor será tu bendición. El Señor da talentos de acuerdo a la capacidad del individuo, si quiere más talentos, agranda y ensancha tu capacidad. Mientras más capacidad y madurez demuestres, mayor será la bendición que recibirás.
Cuarta: bendiciones por trabajo
La mantequilla y leche son productos deliciosos que requieren trabajo y esfuerzo. Para conseguirlos debes alimentar, bañar, pastorear, engordar, quitar las pulgas y proteger a la ovejita que te proveerá. Estas bendiciones de mantequilla y leche se obtienen invirtiendo en otros. Sé un líder que siembras y cosecha en sus semejantes. Cuida y guarda a tus hermanos, no seas oveja que pide, busca ser pastor que ofrece. Recuerda que La Palabra dice “dad y se os dará”. Los cielos están abiertos para los líderes. Aquel que sacia será saciado y el que siembra, cosechará.
Quinta: bendiciones por la recompensa
A Dios le gustaba la grosura. Para poder comer a un carnero primero hay que matarlo. Las bendiciones de grosura se obtienen cuando sacrificas algo.El pueblo de Israel entró a la tierra prometida sin una sola vaca, porque en el desierto las sacrificaron todas en holocausto al Señor. Aquél que diezma, ofrenda e invierte obtiene recompensa. Es tiempo de pactar y sembrar en la casa de Dios. Para que haya grosura y abundancia, primero debe haber sacrificio. Los sacerdotes comían de lo que sobraba del holocausto, así tiene quien suceder con nosotros. Si sacrificas tendrás bendición, aprende a sembrar e invertir en el Reino.
Sexta: bendiciones por sabiduría
El trigo es una planta que necesita conocimiento para obtener algo de ella. Las bendiciones del trigo son las que se obtienen cuando planificas, trabajas de forma ordenada y sistemática. No las obtendrás a menos que te prepares, aprendas y seas experto en algo. El trigo no se puede sembrar sin inteligencia, tiene ciclos que hay que conocer y aprovechar, no puedes cosechar sin saber sembrar, recoger y separar de la paja. Estas bendiciones demandan sabiduría que sólo Dios puede darte. Pídesela, Él la brinda sin reproche. David fue buen guerrero porque Dios lo adiestró para la batalla y puede adiestrarte a ti también para que alcances conocimiento y seas el mejor en lo que haces. No importa si eres ingeniero, madre de familia, editor, webmaster, pastor o médico, Dios te quiere bendecir con sabiduría.
Séptima: bendiciones por cercanía
La Palabra habla de los frutos de la vid. Jesús es la viña y nosotros las ramas, en Él están escondidas todas las bendiciones, y se obtienen por vivir en comunión con Él. Recuerda que cuando Dios quiere bendecir, busca a quienes están más cerca, no va de atrás para adelante, empieza por aquellos que tiene a su lado. Tú no piensas primero en tus amigos y luego en tus hijos. Mientras más cerca estés del Señor, mayor será la bendición. Ahora es tiempo de oración, una y otra vez busca la presencia de Dios, deja que te vea, llama su atención, exprime la uva para tu vino. Bebe del Espíritu Santo, bebe todo lo que puedas, porque si lograste estar junto a Él, mereces embriagarte.
En los versículos del 10 al 13 de este pasaje de Deuteronomio, dice que El Señor lo halló, instruyó, guardó, guió e hizo subir. Bendito sea tu Dios que te halla, instruye, guarda, guía y empuja hacia la cima. Si recibes toda su ayuda, es impensable que no quieras llegar hasta arriba. Él puede empujarte, pero tú eres quien debe subir. Es como si llevaras a un caballo a tomar agua, puedes acercarlo a la fuente, pero no puedes hacerlo beber. Dios te motiva para que seas valiente y tengas deseo de obtener bendición, pero no puede obtenerla por ti. Reprende todo espíritu de pereza, temor y tibieza, hazte merecedor de todo lo que quiere darte y lucha por tomar posesión de tus bendiciones.
05 de enero de 2009
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“Acciona tu unción"
Por Marcos Witt
Necesitan escribir su visión, porque entonces empieza a cobrar vida más allá del pensamiento.
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Un día viene a mí un joven y me dice que ore por él, que le imponga las manos y que le transfiera todos mis conocimientos en la música (casi como un “download” espiritual). Lo miré y casi no podía creer lo que me pedía. ¿Este muchacho no sabe que yo estudié 10 años y trabajé duro para esto? Y él quiere las cosas en cinco minutos. Eso pasa con muchos de nosotros que queremos que todo se arregle con una imposición de manos, en un momento, pero el 99.9% de las cosas no funcionan así. Yo sí oré por él ese día, pero porque Dios le sacara ese espíritu de pereza, pues todo lo quiere fácil. La parte que hoy les voy hablar es la parte práctica de cómo poner en práctica tu visión. Una visión sin acción, es sólo una ilusión. Estás viviendo en un mundo irreal, y hoy quiero hablarte de accionar tu visión. Lo más importante de un sueño es tener uno. Felicito a todos los que lo tienen, pero los tenemos que convertir en realidades. Me encantó saber el por qué del nombre del congreso Hechos 29, porque el capítulo 29 lo estamos escribiendo.
Habacuc 2:2-3 Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.
El está dando la visión, en otras palabras, póngala en algo que tú y yo podamos leer. La primera cosa es que tienes que escribir tu visión; ¿qué quieres lograr? ¿Qué es lo que sientes que te atrae? En el primer boceto te sugiero que escribas todo lo que se venga a la cabeza. No trates de hacerlo de forma complicada o poética, simplemente escribe todo lo que venga. Derrama tu corazón, pero por escrito, porque una vez que lo escribes, empieza a cobrar una vida más allá de tu pensamiento. Para que una visión se haga realidad, tiene que cobrar vida. Este escenario, alguien lo visionó primero en su cabeza. Esto empezó con una visión que luego, se empezó a afinar. Primero fue un pensamiento, luego lo pasaron a papel y empezó a cobrar vida más allá del pensamiento. Necesitan escribir su visión, porque entonces empieza a cobrar vida más allá del pensamiento. Hubo varios bocetos antes de diseñar el final. Tú empiezas a trabajar tu boceto, con el paso del tiempo, tu visión se amplía o se enfoca más.
Había mensajeros (se llamaban corredores) y ellos corrían con los mensajes. Y mientras el mensajero corría, ésta era una época en la que no muchos leían. El mensajero tenía que llegar con el mensaje y leerlo también. Mientras estás corriendo con la visión, te estás empapando más y más con lo que Dios ha puesto en tu corazón. Después de escribir el primer boceto, vas articulándolo mejor, lo vas enfocando. Hay tres preguntas que quiero que hagas al escribir tu visión:
1. ¿Qué hace mi visión única y diferente? ¿Qué es lo que me hace distinto? Permítame hablarles con claridad; tengo 27 años en un ministerio a tiempo completo, tengo 23 años viajando a varios países, conozco las iglesias más grandes y las más chicas, conozco nuestros pueblos en America Latina; necesitamos motivar la creatividad de nuestra gente. Hay demasiados de nosotros que queremos ser copias de otros. Vemos que alguien usa a Dios de una forma y queremos ser igual. Hay gente que quiere que Dios le pase mi manto, pero yo oro para que Dios te muestre tu propio manto. Dios es un Dios creativo y El te hizo único, no hay nadie más como tú. Tienes una huella digital única; cuando te hizo a ti, rompió el molde y no se volvió a repetir. Cuando Dios te dé una visión a ti, no será igual a la mía. Qué bueno que tu visión es distinta, porque tendría que serlo. Me encanta la variedad de Dios; El hizo la piña, la sandía, el hipopótamo, la gacela, la paloma. ¿Por qué los cristianos queremos ser tanto copia de los otros? Celebra tu creatividad y sé distinto; hay algo en ti que nadie más tiene. Cuando vayas a escribir tu visión, deberías de preguntarte ¿Qué me hace distinto? Porque ¿Para qué voy a empezar algo que alguien ya está haciendo?. Busca esa creatividad tuya, sácale el jugo a eso que te hace distinto.
Pregunta No. 2 ¿Qué me hace falta para cumplir mi sueño? ¿Qué necesito en cuanto a recursos? Cuando se sentó el equipo de Hechos 29 con la compañía “Heavy Company”, llegó el momento en que alguien tuvo que hacer la pregunta: ¿Cuanto me va a costar? ¿Qué me hace falta para alcanzar mi meta? Otro ejemplo: yo quiero ser un gran cantante internacional ¿ te hace falta cantar, o cuando lo haces, todos los perros se ponen a aullar? ¿Tienes un maestro de canto? El hecho de usted tomarse el tiempo, a hacer el esfuerzo y hacer el sacrificio de venir al congreso, me indica que quieres ser excelente. Como tú no eres un mediocre, no te limites a la mediocridad.
Cuando mi esposa y yo empezamos en el ministerio (yo vengo de una familia bastante humilde), yo tenía una gran visión, pero no tenía ni un cinco; tenía gente que oraba por mí, me apoyaba, pero hasta ahí. Recuerdo que yo quería comprar un teclado y fui a una tienda, ví un tecladito ahí. (y esto es parte de qué necesitas para cumplir tu sueño), y ví unos pianos que eran baratitos y que alcanzaban mi presupuesto, pero vi otro que estaba recién venido de la fábrica, y me senté y lo toqué (era impresionante). Pero valía $4,500 en 1986 (imagínese). Pero me traje el “brochure” junto con el de esos pianos menores. Miriam inmediatamente se fue al piano caro, y ella me dice: “Ese es el piano tuyo Marcos; Dios te ha llamado a hacer un ministerio de excelencia; no te quedes con la mediocridad, cuando puedes tener algo de excelencia. Creo que debemos esperar hasta el momento que podamos comprar este”. La historia del piano es sencilla. Un grupo de amigos míos se juntaron para darme $3,000 para comprar un piano. En EEUU, las tiendas de música compiten mucho y fui a una tienda y a otra, hasta que me iban rebajando el precio del teclado. Hay que ser buenos administradores de lo que Dios nos ha dado. La excelencia no está peleada con la mayordomía. Uno de ellos me dijo: “Te lo dejo en $2,900 y el envío te costará $100” (cabal los $3,000; ¡increíble!). Dios honra la excelencia. Y llegó el día en que esa caja llegó de la fábrica.
¿Qué es lo que te hace falta para tu visión? He escuchado en los últimos años a 20 jóvenes decirme que sueñan con ser el presidente de su nación., pero ¿se están preparando? Dicen: “Dios es el que pone y quita”. Y es cierto, pero a gente excelente. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás estudiando ciencias políticas? ¿Cuántos libros estás leyendo? Dicen: “ Yo voy a ser millonario; Dios me va a dar dinero”, pero ¿qué está haciendo con el dinerito que tiene ahora?. ¿Estás dando los diezmos? Si no puedes pagar el diezmo de Q100, menos podrás de 10 millones.¿ Qué me hace falta para ser presidente? Hay que hablar inglés, hay que hablar tecnología. Dios te capacita a través de tu propia disciplina, esfuerzo; esa es la práctica de accionar tu visión. Yo no me paré un día, abrí la boca y empecé a cantar, a tocar; fue un proceso. Mi primer trabajo en el ministerio fue barrer y trapear, porque yo era el hijo del pastor. Nuestra iglesia era chiquita; éramos cinco. Luego, me promovieron a maestro de escuela dominical. Un día vino mi papá y dijo: “Necesitamos alguien que dirija la alabanza”, y yo dije: “Yo”.¿El primer instrumento que toqué en la iglesia, fue el pandero. Qué me hace falta para lograrlo? Vas delineando qué es lo que te hace falta.
La tercera pregunta es: ¿cómo consigo lo que me hace falta?
Esto habla o hace sentido en la parte estratégica de alcanzar tu visión (ruta crítica). Si vas a alcanzar tu visión, tienes que entender qué es una ruta crítica; es el plan que te lleva a desarrollar la visión o la meta. Es la ruta, el camino que vas a llevar. Si te quieres casar algún día, debes trazar la ruta crítica: debes alzar los ojos; luego el tiempo de la cosecha, luego chequear al suegro y suegra... Saca una ruta crítica. En el caso de muchos de ustedes, terminen la secundaria.; usted va a terminar la secundaria, va entrar a la universidad, porque es parte de tu ruta crítica hacia tus sueños, tu visión. Dios no usa perezosos, y tú no eres un perezoso y por eso te vas a meter a estudiar. Los que están en la universidad, quiero que declaren conmigo: “Voy a terminar mi carrera en el nombre de Jesús”. Te lo tienes que proponer. Si me hace falta inglés para alcanzar mi visión, me consigo un maestro. Si me hace falta dinero, me meto a trabajar de “pupusero” para comprar mi piano. Lo que tenga que hacer, lo voy hacer. Yo me metí a trabajar en lo que fuera, con tal de tener el dinero necesario para poder cumplir mi visión. Lo que no saben es que gané tres antes de lograr mi visión, pero no los saqué porque eran mediocres, y los tuve como enseñanza, porque no eran excelentes. Con el paso del tiempo, yo hacía cualquier cosa: vendí muebles de la casa, aparatos, un carro que me habían regalado para el ministerio para poder juntar para eso. Me dieron $1000; empecé una empresa que ahora se llama “Grupo Canzión”, y ahora es la disquera más grande del mundo cristiano. Yo soy un hijo de misioneros de Durango. Si Dios puede levantar gente de una ciudad como Durango, puede hacer lo mismo contigo o más. Seiscientas personas trabajan a tiempo completo en el “Grupo Canzión” y todo empezó con un sueño. Lo escribí y lo taloneé. Saqué un cassette y todos escandalizaron; empezaron a quemar mis cassettes. Luego, la gente se daba cuenta que estaba mal. Al rato, saqué un disco que se llamaba “Tú y yo en adoración”, y decían que el canto lo escribí al diablo, que si oía el disco al revés, adora al diablo. La cantidad de desprecios, críticas, puertas cerradas, bofetadas que me dieron; gente que me robó, pero no me importó porque tenía mi visión. Donde no hay visión, el pueblo perece, pero cuando tienes una causa para poder vivir, lo logras.
Consíguete un “slogan” que te ayude a recordar cuál es tu visión y eso te mantiene enfocado nada más en lo que es tu visión, y no te distrae con otras cosas u oportunidades. ¿Cuál es la visión de tu vida? ¿Eres cantante o pastor? ¿Eres cantante o escritor? ¿Eres empresario? Yo les digo: “soy todo eso”, porque me “slogan” es ayudar a la gente a saber cómo Dios funciona. Mi nuevo disco “Sobrenatural” es para eso.
Filtro todo en ese “slogan” para ver si ayuda a mi visión. Esta predicación ha sido a ayudarte a tomar tu visión y hacer algo práctico. Hace dos meses soy el tesorero de la academia latina.; viera cómo me critican por eso. ¿Por qué hago eso? Es sencillo, no se imagina la cantidad de oportunidades que Dios me da con esa gente para ayudarles a entender que Dios brilla y funciona en la vida práctica. Una vez viene un artista borracho conmigo a decirme que su abuela era mi fan, y toda su familia, pero que él no; empezó a decirme todos sus pecados, a llorar sobre mi hombro y yo empecé a orar por él. Lo hago para mostrarle a la gente que Dios funciona en la vida práctica. Búscate un “slogan”, pero lo más importante es que empieces a trabajar tu meta.
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02 DE ENERO DE 2009
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Despiertate tu que duermes - Carlos Wesley
Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo (Efesios 5: 14).
Al discurrir sobre este asunto, trataré, con el favor divino, en primer lugar: de describir a los que duermen y a quienes se dirigen las palabras del texto. Después, de dar vigor a la exhortación: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos,” y por último, de interpretar la promesa hecha a los que se despiertan y levantan: “Y te alumbrará Cristo.”
I. 1. En primer lugar, hablemos de aquellos que duermen según el significado del texto. Con la palabra sueño se figura aquí el estado natural del hombre; esa somnolencia profunda del alma causada por el pecado de Adán y herencia de todos los que de él han descendido; esa pereza, indolencia, estupidez, esa ignorancia de su verdadero estado con que todos los hombres vienen al mundo y continúan hasta que la voz de Dios los despierta.
2. “Los que duermen, de noche duermen,” cuando la naturaleza se encuentra en la más completa oscuridad; “puesto que tinieblas cubren la tierra y oscuridad los pueblos.” El pobre pecador, a quien no se ha despertado, no tiene, por mucha que sea su sabiduría en otras cosas, el menor conocimiento de sí mismo, y en este respecto “aún no sabe nada como debe saber;” ignora que es un espíritu caído, cuyo fin exclusivo en este mundo es recuperarse de su caída y volver a obtener la imagen de Dios en cuya semejanza fue creado. No ve la necesidad ni aquello que es indispensable: ese cambio completo e interior, ese renacimiento, figurado en el bautismo, que es el principio de esa renovación radical, de esa santificación del espíritu, alma y cuerpo sin la cual “nadie verá al Señor.”
3. Plagado de enfermedades, imagínase estar en perfecta salud; encadenado fuertemente con hierros y en la miseria, sueña gozar de libertad y exclama: “paz, paz,” al mismo tiempo que el diablo, como “un hombre fuerte, armado,” está en plena posesión de su alma. Continúa durmiendo y descansando a la par que el infierno se mueve debajo de él para atraparlo; aunque el abismo, de donde jamás se vuelve, ha abierto la boca para tragarlo. Fuego encendido hay en derredor suyo, y sin embargo, no lo sabe; aunque llega a quemarlo, no se cuida de ello.
4. El “que duerme” es por consiguiente (pluguiese a Dios que todos lo entendiésemos bien) un pecador satisfecho en sus pecados, que desea permanecer en su estado caído y vivir y morir sin la imagen de Dios; que no conoce su enfermedad ni sabe cuál es su único remedio; que nunca ha sido amonestado o no ha querido escuchar la amonestación de Dios que le dice: “huye de la ira que ha de venir;” y quien jamás se ha persuadido de que está en peligro del infierno ni ha gritado con toda la ansiedad de su alma: ¿Qué debo hacer para ser salvo?
5. Si este que duerme no es abiertamente vicioso, tiene por lo general el sueño más profundo; ya sea como el espíritu de Laodicea, ni frío ni caliente—quieto, racional, inofensivo, amable, fiel a la religión de sus padres—, o ya celoso y ortodoxo, fariseo, “conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión,” es decir, uno que, según la descripción de las Sagradas Escrituras, se justifica a sí mismo, trabaja por establecer su propia justicia como la base para ser aceptado por Dios.
6. Este es aquel que “teniendo apariencia de piedad” ha negado la eficacia de ella, y que probablemente la envilece dondequiera que la encuentra como si fuese una extravagancia o ilusión. Este desgraciado a sí mismo se engaña y da gracias a Dios porque no es como los demás hombres: “ladrones, injustos, adúlteros,” ni a nadie hace mal; al contrario, ayuna dos veces por semana, usa de todos los medios de gracia, asiste constantemente a la iglesia y frecuenta los sacramentos. Más aún, da diezmos de todo lo que posee, hace “todo el bien que puede;” tocante a la justicia de la ley, está limpio; no le falta de la santidad sino el poder; nada de la religión, sino el espíritu y el cristianismo, la verdad y la vida.
7. Empero, ¿no sabéis que un cristiano como éste, por muy estimado que sea de los hombres, ante la presencia de Dios es abominación y heredero de todos los males que el Hijo de Dios, ayer, hoy y para siempre anuncia en contra de los “escribas y fariseos, hipócritas”? Lo de afuera ha limpiado, mas por dentro está lleno de podredumbre; “cosa pestilencial de él se ha apoderado.” Justamente nuestro Señor a un “sepulcro blanqueado” lo compara, que de fuera, a la verdad, se muestra hermoso, mas de dentro está lleno de huesos de muertos y de toda suciedad; huesos, que a la verdad, ya no están secos; nervios y carne han subido sobre ellos y la piel los ha cubierto; mas no hay aliento en ellos, ni tienen el Espíritu del Dios viviente. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.” Vosotros sois de Cristo, “si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros;” pero si no, sabe Dios que vivís en la muerte aun ahora mismo.
8. Otra característica del que duerme, es que habita en la muerte y no lo sabe. Está muerto para con Dios, muerto en sus delitos y pecados, “porque la intención de la carne es muerte.” Como está escrito: “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte;” no solamente la muerte física, sino la espiritual y eterna. “Mas del árbol de ciencia del bien y del mal, no comerás de él; porque el día que de el comieres, morirás,” dijo Dios a Adán, y esta no era la muerte del cuerpo (a no ser que en ese momento perdiese la inmortalidad material), sino del espíritu; perderás la vida del alma; morirás para con Dios; quedarás separado de Aquel que es la esencia de tu vida y felicidad.
9. De esta manera se disolvió la unión vital de nuestra alma con Dios; de modo que “en medio de la vida” natural, estamos “en la muerte” espiritual en la que permaneceremos hasta que el segundo Adán nos vivifique con su Espíritu; hasta que El levante a los muertos; muertos en pecado, en los placeres, en las riquezas y honores. Para que un alma muerta pueda resucitar, es menester que escuche la voz del Hijo de Dios, que comprenda lo desesperado de su condición y reciba ella misma la sentencia de su muerte. Sabe que está muerta mientras vive, muerta para con Dios y todas las cosas de Dios, sin tener más poder de cumplir con las obligaciones de un verdadero cristiano, del que un cuerpo muerto tiene de ejecutar las funciones del hombre vivo.
10. Y qué cierto es del que está muerto en pecados que no tiene “los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal;” puesto que teniendo ojos, no ve; teniendo orejas, no oye; ni gusta y ve que es bueno Jehová. No ha visto a Dios jamás, oído su voz ni palpado “tocante al Verbo de vida.” En vano se ha derramado para él el nombre de Jesús como ungüento que exhala aromas de mirra, áloe, y casia. El alma que duerme el sueño de la muerte no percibe estas cosas; ha perdido el sentido de la conciencia y nada de esto entiende.
11. De aquí es que, no teniendo el sentido espiritual ni la facultad de recibir las cosas espirituales, el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios y tan lejos está de poderlas admitir, que más bien le parecen locura. No le satisface ignorar las cosas espirituales por experiencia propia, sino que niega aun que existan y la sensación espiritual es para él la mayor locura. “¿Cómo puede ser esto?” De la misma manera que sabéis que vuestros cuerpos están vivos. La fe es la vida del alma y si tenéis esta vida en vosotros, no necesitáis más pruebas para satisfaceros de esa conciencia divina, este testimonio de Dios que es mayor y vale más que diez mil testigos humanos.
12. Si en la actualidad no das testimonio con tu espíritu de que eres hijo de Dios, quiera el Señor persuadirte por medio de su poder, ¡oh pobre pecador que aún duermes!, de que eres una criatura del diablo. Ojalá y mientras profetizo viniese un ruido y temblor y los huesos se llegasen “cada hueso a su hueso.” “Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, y vivirán.” No endurezcáis vuestros corazones ni resistáis al Espíritu Santo que ahora mismo procura persuadiros de que sois pecadores, puesto que no creéis en el Unigénito de Dios.
II. 1. Por consiguiente, “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos.” El Señor te está llamando por mi boca y te exhorta a conocerte a ti mismo, espíritu caído, y tu verdadero estado y condición. ¿Qué tienes, dormilón? levántate y clama a tu Dios. Levántate y clama a tu Dios— quizá El tendrá compasión de ti y no perecerás. Una gran tempestad se levanta en tu derredor y te estás sumergiendo en las profundidades de la perdición, en el océano de los juicios divinos. Si quieres escapar de ellos, arrójate en ellos; “júzgate a ti mismo, para que el Señor no te juzgue.”
2. ¡Despiértate, despiértate! Levántate ahora mismo, no sea que tomes de la mano de Jehová el vaso del vino de su furor. Anímate y tómate del Señor, el Señor de la Justicia, grande para salvar.” “Sacúdete del polvo” o al menos déjate sacudir por el temblor de los juicios del Señor. Despiértate Y grita con el carcelero: “¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?” y no descanses hasta que creas en el Señor Jesús con la fe que es su don por influencia del Espíritu Santo.
3. Si a alguno me dirijo más especialmente que a otros, es a ti ¡oh alma! que no te crees aludida en esta exhortación. Tengo un mensaje de Dios para ti y en su nombre te amonesto a que huyas de “la ira que vendrá.” Mira, pues, tu retrato, oh alma indigna, en Pedro allí en el oscuro calabozo, entre los soldados, cargado de cadenas y vigilado por los guardias de la prisión. La noche casi ha pasado y aproxímase la mañana cuando habrás de ser llevada al patíbulo; y en tan tremendas circunstancias aún duermes—estás profundamente dormida en brazos del demonio, a la orilla del precipicio, en las garras de la eterna destrucción.
4. Que el ángel del Señor se acerque a ti y brille la luz en tu prisión. Que puedas sentir la mano fuerte del Señor que te levanta y su voz que te dice: “Cíñete, y átate tus sandalias…Rodéate tu ropa y sígueme.”
5. Despiértate, oh espíritu inmortal, de tu sueño de felicidad mundana. ¿No te creó Dios para El mismo? No podrás descansar sino hasta que descanses en El. Vuélvete ¡oh pobre descarriado! Apresúrate a entrar otra vez en tu arca. Este no es tu hogar. No pienses edificar aquí tabernáculos. No eres sino extranjero y peregrino sobre la tierra; la criatura de un día que se precipita a un estado inalterable. Apresúrate pues, que la eternidad se aproxima, la eternidad que depende de este momento, una eternidad de gozo o de sufrimiento.
6. ¿En qué estado se encuentra tu alma? Si Dios te pidiese tu alma, mientras estoy hablando, ¿estaría lista para la muerte y el juicio? ¿Podrías presentarte ante Aquel que es demasiado “limpio…de ojos para ver el mal”? ¿Eres digno de “participar de la suerte de los santos en luz”? ¿Has peleado la buena batalla y guardado la fe? ¿Has recobrado la imagen de Dios en ti mismo, la virtud y verdadera santidad? ¿Te has quitado el hombre viejo y puesto el hombre nuevo? ¿Te has revestido de los méritos de Cristo?
7. ¿Tienes aceite en tu lámpara, gracia en tu corazón? ¿Amas al Señor “de todo tu corazón, y de toda tu alma…y de todo tu entendimiento”? ¿Tienes esa mente que es según la mente de Jesucristo? ¿Eres cristiano en realidad de verdad, es decir: una nueva criatura? ¿Han pasado las cosas viejas y han sido todas hechas nuevas?
8. ¿Eres “participante de la naturaleza divina”? ¿No sabes que Cristo está en ti a no ser que seas un réprobo, que Dios habita en ti y tú en Dios por medio de su Espíritu que te ha dado, que tu cuerpo “es templo del Espíritu Santo”? ¿Tienes testimonio en ti mismo, la señal de tu herencia? ¿Has “recibido el Espíritu Santo,” o te sorprende mi pregunta y contestas que ni siquiera sabes “si hay Espíritu Santo”?
9. Si acaso este lenguaje te ofendiere, sabe que no eres cristiano ni deseas serlo; que tu misma oración en pecado se convierte y que hoy día te has burlado de Dios muy solemnemente, cuando oraste pidiendo el auxilio del Espíritu Santo, al mismo tiempo que no creías se pudiese recibir tal cosa.
10. A pesar de esto, con la autoridad de la Palabra de Dios y de nuestra Iglesia, debo repetir la pregunta: “¿Habéis recibido el Espíritu Santo?” Si no lo has recibido, aún no eres cristiano; porque cristiano sólo es el hombre que está ungido del Espíritu Santo y de poder. Aun no eres participante de la religión pura y limpia. ¿Sabes qué cosa es la religión; qué es: participar de la naturaleza divina; la vida de Dios en el alma humana; tener a Cristo en el corazón; Cristo en ti, “la esperanza de gloria,” pureza y felicidad; el principio de la vida celestial en la tierra; el reino de Dios en ti; no la comida ni la bebida; no una cosa exterior, sino “justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo” un reino eterno fundado en el alma; “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento;” un “gozo inefable y glorificado”?
11. ¿Sabes tú que “en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión; sino la fe que obra por la caridad,” la nueva creación? ¿Ves la necesidad de ese cambio interior, del nacimiento espiritual, de la vida de los que antes estaban muertos, de la santidad, y estás plenamente persuadido de que sin ella ninguno verá al Señor? ¿Estás trabajando por obtenerla y hacer firme “tu vocación y elección,” ocupándote en tu salvación con temor y temblor, esforzándote a entrar por la puerta angosta? ¿Obras en conciencia respecto a tu alma y puedes decir al que escudriña los corazones: Tú oh Dios, eres lo que mi corazón desea, Tú sabes todas las cosas, Tú sabes que quiero amarte?
12. Abrigas la esperanza de ser salvo; pero ¿qué razón tienes para abrigar esa esperanza? ¿Porque no has hecho ningún mal o porque has hecho mucho bien? ¿Porque no eres como otros hombres, sino instruido, sabio, honrado y moral, estimado de todos, y de buena reputación? ¡Ay! nada de esto te valdrá con Dios. Con El vale menos que nada. ¿Conoces al Señor Jesús a quien Dios mandó, y te ha enseñado que “por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe”? ¿Has recibido como la base de tu esperanza, esa palabra fiel de que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”? ¿Has aprendido lo que quiere decir: “No he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento”? “No soy enviado sino a las ovejas perdidas.” ¿Estás ya perdido, muerto, condenado? El que tiene oídos para oír que oiga. ¿Sabes lo que mereces? ¿Conoces tus necesidades? ¿Eres pobre de espíritu y estás pidiendo a Dios y rehusándote a ser consolado? ¿Eres el hijo pródigo que “vuelve en sí” y se levanta arrepentido para ir a su padre? ¿Quieres vivir santamente en Cristo Jesús? ¿Sufres acaso alguna persecución por causa de El? ¿Dicen de ti los hombres toda clase de cosas malas falsamente y por causa del Hijo del hombre?
13. Ojalá y escuchaseis en todos estos asuntos la voz de Aquel que hace despertar a los muertos, y sintieseis el peso de su palabra capaz de desmenuzar las rocas. ¡Oh, si escuchaseis su voz hoy día, mientras es de día, y no endurecieseis vuestros corazones! “Despiértate, tú que duermes,” en sueño espiritual, no sea que duermas la muerte eterna. Considera lo desesperado de tu condición y “levántate de los muertos.” Deja a tus antiguos compañeros de pecado y miseria; sigue tú a Jesús y deja que los muertos entierren a sus muertos; sé salvo de esta perversa generación; sal de en medio de ellos, apártate y no toques lo inmundo, y el Señor te recibirá. Cristo te dará la luz..
III. 1. Paso, por último, a explicar esta promesa. Y qué pensamiento tan consolador es éste: cualquiera que obedece su llamamiento y lo busca, no lo hará en vano. Si te despiertas y levantas aun de entre los muertos El te dará la luz como lo ha prometido. “Gracia y gloria dará Jehová;” la luz de su gracia aquí y la de gloria cuando recibas la corona que no se marchita jamás. “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto.” “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz,” resplandecerá en tu corazón para tu “iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” A los que temen al Señor, “nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salud” y en ese día se les dirá: “Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti,” porque Cristo en ellos se revelará y El es la verdadera luz.
2. Dios es luz y se revela a todo pecador que a sí mismo se despierta, que lo busca: serás, pues, un templo del Dios viviente y Cristo morará en tu corazón por medio de la fe, y arraigado y fundado en amor, podrás comprender bien con todos los santos, “cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento.”
3. He aquí vuestro llamamiento, hermanos míos. Estamos llamados a ser una habitación de Dios por medio de su Espíritu que, habitando en nosotros, nos hace aptos para participar de la suerte de los santos en luz. Tales son las promesas hechas a los que creen, supuesto que por medio de la fe “nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado.”
4. Es el Espíritu de Cristo el gran don de Dios que, de distintas maneras y en diferentes lugares, ha prometido al hombre y dado abundantemente desde la época cuando Cristo fue glorificado. Esas promesas hechas a nuestros padres, ha cumplido: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis mandamientos” (Ezequiel 36:27). “Derramaré aguas sobre el secadal, y ríos sobre la tierra árida: mi espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías 44:3).
5. Todos vosotros podéis ser testigos vivientes de estas cosas: de la remisión de los pecados y del don del Espíritu Santo. “Si puedes creer, al que cree, todo es posible.” ¿“Quién hay entre vosotros que teme a Jehová” y sin embargo, aún camina en las tinieblas y no tiene luz? Te pregunto en el nombre del Señor Jesús: ¿Crees que su brazo es tan poderoso como siempre? ¿Que aún es “grande para salvar”? ¿que es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”? ¿que tiene poder sobre la tierra para perdonar pecados? “Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.” Dios, por los méritos de Cristo, te ha perdonado. Recibe pues, este mensaje, no como la palabra del hombre, sino como la palabra de Dios; estás justificado ampliamente, por medio de la fe; de la misma manera que serás santificado y el Señor Jesús te sellará porque “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
6. Permitidme, hermanos y señores, que os hable con toda llaneza y recibid estas palabras de exhortación aun de uno que es de poca estima en la Iglesia. Movidas por el Espíritu Santo, vuestras conciencias os dan testimonio de que estas cosas son ciertas, si es que habéis probado la misericordia del Señor. “Esta empero, es la vida eterna: que conozcáis al solo Dios verdadero, y a Jesucristo al cual El ha enviado.” Esta experiencia personal, y sólo ella, constituye el verdadero cristianismo. Solamente es cristiano aquel que ha recibido el Espíritu de Cristo, y el que no lo ha recibido, no es cristiano; porque no es posible haberlo recibido sin saberlo. “En aquel día,” dijo el Señor, “vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.” Este es aquel “Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14:17).
7. El mundo no lo puede recibir, sino que por completo rechaza la promesa del Padre, contradiciendo y blasfemando. Todo espíritu que no confiesa esto, no es de Dios. “Este es el espíritu del anticristo del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo.” Quienquiera que niegue del Santo Espíritu la inspiración, o que la posesión de ese Espíritu sea la herencia común de todos los creyentes, la bendición del Evangelio, el don inestimable, la promesa universal, la piedra de toque de todo verdadero cristiano, es el anticristo.
8. De nada le sirve decir: No niego la ayuda del Espíritu de Dios, sino su inspiración, esta recepción del Espíritu Santo y el tener conciencia de su presencia; este sentir del Espíritu, el ser movido por El o estar lleno de El que no puede tener lugar en una religión sana. Pero con negar sólo esto, negáis todo: la inspiración de las Sagradas Escrituras; todas las verdades, promesas y testimonios de Dios.
9. Nada de esta infernal distinción sabe nuestra excelente iglesia; mas al contrario, habla muy claramente respecto al “sentir el Espíritu de Cristo,” de estar “movido por el Espíritu Santo,” “de saber que no hay otro nombre mas que el del Señor Jesús” para poder obtener vida y salvación. Nos enseña a pedir la “inspiración del Espíritu Santo” y aun “que seamos llenos del Espíritu Santo.” Todos sus presbíteros creen recibir el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos.[2] Por consiguiente, el negar cualquiera de estas cosas, es renunciar a la Iglesia Anglicana y a toda la revelación cristiana.
10. Pero “la sabiduría de Dios” ha sido siempre necedad para con los hombres, y no hay que admirarse de que los grandes misterios del Evangelio hayan sido “escondidos de los sabios y los prudentes” —lo mismo que en tiempos remotos— para que nieguen su eficacia casi universalmente, los ridiculicen y los consideren como una mera locura, de modo que a todos los que lo aceptan se les llama locos entusiastas. Esta es aquella apostasía general que había de venir; esa apostasía general de los hombres de todas clases y condiciones, que hoy día se dilata por toda la extensión de la tierra. “Discurrid por las plazas de Jerusalén, y mirad ahora, y sabed, y buscad en sus plazas si halláis hombre” que ame al Señor de todo su corazón y que lo sirva con toda su inteligencia. Nuestra patria, sin ir más lejos, está inundada de iniquidad. ¡Cuántas villanías cometen diariamente y con toda impunidad aquellos que hacen alarde y se glorían en sus crímenes! ¿ Quién podrá contar las blasfemias, maldiciones, juramentos, mentiras, calumnias, detracciones, conversaciones mordaces; las veces que se peca quebrantando el día del Señor; las ofensas, la gula, la embriaguez, las venganzas, la lujuria, los adulterios, los pecados de la carne, los fraudes, las opresiones, las extorsiones que inundan el país entero como un diluvio?
11. Y aun entre aquellos que están libres de estas abominaciones ¡cuánto no hay de ira y orgullo, de pereza y flojera, de maneras afectadas y afeminadas, de amor a las comodidades y a sí mismo, de codicia y ambición! ¡qué deseo de las alabanzas de otros, qué apego al mundo, qué miedo al hombre! Y por otra parte, ¡qué pocos tienen verdadera religión! Porque, ¿dónde está aquel que ama a Dios y a su prójimo como el Señor nos ha mandado? Por una parte vemos a unos que ni siquiera la forma de la religión tienen; por otra, a los que tan sólo ostentan la exterioridad. De un lado el sepulcro abierto, del otro el blanqueado; de manera que cualquiera persona que observase cuidadosamente alguna reunión numerosa (sin exceptuar nuestras congregaciones), vería muy fácilmente que “una parte era de Saduceos, y la otra de Fariseos;” la Primera ocupándose tan poco de la religión, como si no hubiera ni “resurrección, ni ángel, ni espíritu;” y la otra convirtiéndola en mera forma inerte, en una serie de exterioridades y ceremonias sin la verdadera fe, el amor de Dios o el gozo del Espíritu Santo.
12. Pluguiese a Dios que nosotros los de este lugar fuéramos la excepción. Hermanos, la voluntad de mi corazón y mi oración a Dios es para vuestra salud, que seáis salvos de este diluvio de iniquidades, que de aquí no pasen ya sus orgullosas olas. Pero, ¿es esto un hecho? Dios lo sabe y vuestras conciencias os dicen que no es así. No os habéis guardado limpios. Corrompidos y abominables somos todos y pocos hay que tengan mejor entendimiento; muy pocos que adoren a Dios en espíritu y en verdad. Nosotros también somos “generación contumaz y rebelde;” generación que no apercibe su corazón, ni es fiel para con Dios su espíritu. El Señor nos había escogido para ser “la sal de la tierra; y si la sal se desvaneciere, no vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres.”
13. “¿No había de hacer visitación sobre esto? dijo Jehová. De una gente como ésta ¿no se había de vengar mi alma?” ¡Ay! no sabemos con qué presteza dirá a la espada, “Espada, pasa por mi tierra.” Mucho tiempo nos ha dado para arrepentimos; pero ahora nos despierta y amonesta con el trueno; sus castigos se están viendo en toda la tierra y podemos con razón, esperar que sobre nosotros caiga el peor de ellos; tal vez vendrá presto y quite nuestro candelero de su lugar, si no nos arrepentimos y hacemos nuestras primeras obras, si no volvemos a las enseñanzas de la época de la Reforma, a la verdad y sencillez del Evangelio. Quién sabe si estemos resistiendo el último esfuerzo de la divina gracia para salvarnos; si habremos llenado la medida de nuestras iniquidades al rechazar el mensaje de Dios en contra de nosotros y al despedir a sus mensajeros.
14. Oh Señor, “en la ira acuérdate de la misericordia” y glorifícate en nuestra enmienda, no en nuestra destrucción. Permítenos oír “la vara y a quien la establece.” Ahora que tus juicios están en la tierra, permite que los moradores del mundo aprendan la justicia.
15. Hermanos, ya es tiempo de que nos despertemos de nuestro sueño, antes que suene la trompeta del Señor y nuestra patria se convierta en un lago de sangre. Ojalá y veamos las cosas que son necesarias para nuestra paz antes de que se esconda de nuestra vista. “Vuélvenos, oh Dios, salud nuestra, y haz cesar tu ira de sobre nosotros; mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña y haznos saber el día de nuestra visitación.” “Ayúdanos, oh Dios, salud nuestra, por la gloria de tu nombre: y líbranos, y aplácate sobre nuestros pecados por amor de tu nombre.” “Así no nos volveremos de ti: vida nos darás, e invocaremos tu nombre. Oh Jehová, Dios de los ejércitos, haznos tornar; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.”
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, por la potencia que obra en nosotros, a él sea gloria en la Iglesia por Cristo Jesús, por todas las edades del siglo de los siglos. Amén.”
23 de noviembre de 2008
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